Tiempos intermedios

©2014 elreviae

De finales. De finales y de comienzos. Que los primeros no terminan, que los segundos no comienzan. Aún. El limbo de la nada. Y qué horrible sensación, entonces, porque es como ya no estar más, pero no estar aún en lo siguiente. A mí siempre me ha dado más emoción la planeación del futuro que remembranza del pasado. Es así: quiero terminar esto ya, porque se viene algo nuevo, emocionante y en perspectiva, mejor. Y no me da nostalgia lo que dejo. Nostalgia: dícese de añorar algo que se quedo en el pasado y no está en el presente. Nostalgia, nostalgia. Y a mí no me da. De toda la maraña de sentimientos adquiridos ese me falta, lo cambié por otros más intensos. No sé.

Un día me di cuenta que el sentimiento no era lejano a mi ansiosa percepción de la vida. Iba en un autobus camino a casa cuando sonó una de esas canciones de fin de año. En pleno, octubre, pero igual. Instantanea evocación de lo pasado. Mierda, ya casi se acaba esto. Mierda, estamos viejos. Regresaron a mí los últimos cinco años de vida; caminando por los verdes senderos de la academia, almorzando los martes con los 20, yendo al cineclub los jueves con los mismos, riendo de todos, con todos, debatiendo las cosas de la vida, los viernes en el sitio con nombre de banco, aquellas tardes de papas fritas, los atardeceres después de clase de 6, los postres de maracuyá, canciones en el carro, en la casa del uno, del otro. ¿Nostalgia? Qué bonito es lo bonito.

Lo mejor de todo es que, aunque pudiera, no duele. No es como esa nostalgia saudade que termina por doler ahí donde no está todo, ese maldito vacio, sino que le otorga un lugar especial en un lugar de la memoria, mientras el vacio se convierte en un espacio para guardar cosas nuevas. Entonces no es malo. Todo eso que ya sucedió, hacen que uno sea lo que es hoy. De esta manera me armo de paciencias adquiridas, a esos planes nuevos, ansiados que ya vienen. Las maletas están listas y la mente ya quiere dejar ir. Solo falta el final. Y el siguiente comienzo.



Se subestiman realidades. Barato, barato. Se pierde hasta la fe y uno camina. Como por inercia. Avanzas. Nadie es lo que parece. Nada vale. Avanzas. En un momento empieza a derramarse el cielo a plena marcha, como si se hubiese dado cuenta del preciso instante en que tu pie derecho hace la intersección sobre la mitad del puente peatonal. Gotitas congeladas (l-i-t-e-r-a-l-m-e-n-t-e) se ensañan contra ti como recordándote que estás así porque lo mereces. Hay que avanzar. Un poco de agua es nada, para lo que se ha vivido hasta aquel empapado viernes. Dónde le caben tantas desilusiones a metro sesenta. 40 de esos 45 kilos deben ser nubes. Ay. Avanzas como a quien no le importa. Y esperas. Llueve, llueve, esperas. Vas tarde. Llueve. Esperas. En otro momento una sonrisa también mojada, se esboza hacia ti. Hola, vas para la universidad. Sí y voy tarde. Si quieres te llevo bajo mi sombrilla. No, qué vergüenza. No, no te preocupes, vamos. Bueno, gracias...  Y avanzas. Y no es tan malo, de pronto. O puede ser muy malo, pero qué importa; un amable extraño ha compartido su pequeña sombrilla con una emparamada incauta. Sin mayores pretensiones. Existe gente así. O era una alucinación con sombrilla. Se puede avanzar. O era real y a lo mejor le pareciste linda, o muy desdichada en la vida. Es lo de menos. Avanzas. Se subestiman realidades. Barato, barato.


Imagen tomada de aquí.

"Deje la bobada"



Solo quería decir que hoy decidí pedir ayuda. Sí. En vez de huir y esconderme; y luego hacer como si nada, hoy amenacé a mi conciencia con pedir ayuda y lo hice. Me acerqué a alguien, sin saber exactamente que decir (y eso que ensayo mis discursos, porque quién sabe con qué balbuceo les salga). No es tan malo dejar el orgullo cuando realmente se necesita. ¿Y saben qué?  me dijeron que dejara la bobada. Y se sintió extremadamente bien.

Pedir ayuda no es algo que se me facilite. Es que para qué pedir ayuda si nadie entiende. Entonces me habitué. Me habitué a flagelarme emocionalmente porque otros lo hacían. Qué putas hago yo dándole la razón a otros. Pero no más. Estúpida costumbre de creer que porque una vez me sucedió estoy condenada a la absoluta polarización de lo que me ocurre. Aún no sé exactamente cómo identificar las situaciones que se asemejan, pero distan por las circunstancias, pero I'm on my way.

Así que eso. Hoy pedí ayuda. Y no se sintió mal.


Monday Survival Kit

Advierto que esta entrada no pretende tener contenido de autoayuda. Como todo, escribo esto para mí y solo para mí. Si usted requiere algo personalizado para usted y su gadejo de lunes, le sugiero que usted mismo se haga su propio Monday Survival Kit. Si le sirve el mío, bienvenido. Si es de los que odia los lunes como yo, hi5. Ya tiene alguien que le entiende.



Presiento que mañana no va a ser un buen lunes. Así como presiento que ni el próximo, ni el que le siga, ni los futuros, por lo menos 9 lunes serán días de remembranza feliz (excluyendo los festivos. Un lunes festivo es un buen lunes). Y la culpa solamente la puede tener una persona. Por supuesto: yo misma. Yo misma que no sé acomodar mi tiempo, no sé articular conversaciones, no sé madrugar, no nací con la facultad de la paciencia, ni de la tolerancia. Yo misma, que ha ido construyendo su propio infierno, que ha ido sembrando espinas para que yo misma, cada lunes tenga que pasar por ellas sin precaución alguna.

Odio los lunes. Ahora más que nunca.

Yo no solía odiarlos... tanto. Los lunes a veces eran buenos. A veces me recordaba que no era por ser lunes que los días parecían pesadillas. Que podía ser hasta bueno si veía bien. Parece que ya no es así. Y no es por ser fatalista pero es que todo se acomoda para que esta vez sea malo: los horarios, la gente, el tiempo, los parciales, yo. Sobre todo yo. Así sin compasión. Más que sobrevivir a un lunes, yo necesito sobrevivirme a mí misma un lunes.

Y tan claro lo tengo que hoy, domingo, que decidí armarme un Monday Survival Kit que me ayude a sobrellevarlo, porque me sentencio, pero no me permito caer ante el tan temido primer día de la semana.

1. Chocolates. Justos y necesarios. Los necesito porque sin tiempo para sacar a ejercitar las endorfinas en medio de parciales hay que animarlas al estilo de nosotros los gordos (A mis 45 kilos les gusta esto.)

2. Ropa abrigada. Por alguna razón el exceso de existencialismo trae consigo un frío infernal. Por más que al amigo sol se le de por asomarse en su máximo explendor mañananero. Pero es también por si no se le da por acercarse a estas tierras. Entonces es mejor estar abrigado.

3. Comida. La inutilidad del ser significa que las preocupaciones no me permiten, a veces, recordar que tengo que comer. Y eso que me encanta, qué tal si no. Entonces procuro cerciorarme de que haya tanta comida que  la torpe futura yo la recuerde por default.

4. Todo listo desde hoy: Para que la torpe futura yo no solo coma, sino que pueda dormir bien, hay que dejarle todo listo desde hoy. Libros y ropa tienen que encontrarse debidamente organizados para que mañana solo sea cuestión de acudir a ellos en una ronda feliz junto a la rutina.

5. iPod: La música todo lo hace mejor. Entonces he de procurar que el iPod esté cargado, que los audífonos sirvan, que se haya sincronizado la nueva música que he ido escuchando. Que me falte todo menos la música.

6. Libro: Y como últimamente me he vuelvo experta en huir, pues nada mejor que la ficción para escapar de la realidad ¡sin salir corriendo literalmente! distracciones, soy suya.

7. Libreta de apuntes/dibujos: ¿No les pasa que la creatividad se les alborota cuando todo parece ir mal? Auguro muchas ideas para mí mañana. Que no se me pase, tampoco, los resaltadores/esferos/lápices de colores.

8. Maquillaje. Le he dejado de dar importancia al maquillaje. Eso es bueno y es malo. Mi aspecto físico no me desvela últimamente, pero en días de pocas bonanzas, dejarse de ver como un mamarracho podría ayudar. Si esto no funciona, unas gafas de sol que me tapen toda la cara funciona también.

9. Agua: Me he vuelto un poco consumidora asidua de agua. Algunos cambiarían el agua por el café. De igual manera, aquel fluido líquido que usted bebe para ahogar sus demonios internos, para decirle al lunes que fuck you while I get my cup.

10. Pastillas y gotas: Como no sé how to handle with myself pues necesito ayuda. Entonces mi Monday Kit Survival incluye un kit de verdad. Mis problemas ya expuestos en este blog tienen unas pastillitas, fervientes combatientes de todo aquello que yo misma me he hecho.

Así, por ahora. A lo mejor me encuentre por ahí más razoner. A lo mejor, usted, amigo lector, stalker o lo que sea sabe de algo puede comentármelo. Estaremos actualizando. Nos deseo una feliz sobrevivencia al maldito lunes de mierda hashtagOptimismo, hashtagI'mWalkingOnSunshine


Evitando decepciones innecesarias, parte II

A continuación quiero complementar información de mi entrada anterior. No fue solo un arrebato de bloquear gente who annoys the fuck out of me. Se trata de algo que va más allá del entendimiento de los mortales (personitas, como gusto de llamarles), incluyéndome.




Desde que escuché Chandelier a comienzos de este año sobrellevo una clase de obsesión de esas que implican la repetición del objeto querido. Me contengo. Es que es tan buena que no me permitiría aburrirme de ella. Cuando algo me gusta así suelo investigar para llenarme de datos al respecto. Es así como me acerqué a la historia de Sia, la maravillosa mujer que interpreta esta maravillosa canción. Todo empezó porque en YouTube la gente comentaba algo de un desorden de ansiedad de Sia que no le permite la interacción social natural con ciertas personas. Cuando investigué por mi cuenta, en efecto, la mujer sufre de una serie de problemas de salud que la han alejado del ojo público. Me sentí un poco identificada, consolada y conmovida. Sia sufre de algo llamado Enfermedad de Graves-Basedow que tiene que ver con la producción de tiroidea, que es una horma que tiene efecto sobre casi todos los tejidos en el cuerpo, incluyendo el sector neuronal. Es decir, sus desórdenes tienen origen biológico y no psicológico. Sia me inspiró a querer hablar un poco de mis problemas con la intención de ponerlos en orden para mí y solo para mí (Si usted se cruza con esto de casualidad, véalo como un ejercicio de tolerancia. Gracias.)

Somos demasiado ignorantes con lo que sucede con nosotros mismos. Nuestro cuerpo a veces vive acontecimientos de los cuales, una gran parte no conocemos el origen y el porqué, incluyendo el funcionamiento natural, pero también las propias desgracias. Nuestro bajo conocimiento, claro está, no podría ser llenado nunca, al ser el cuerpo una maquinaria compleja. Sin embargo hablamos tanto de nuestros problemas como si los conociéramos. Y peor, hablamos de los de otros. Cuánta ignorancia.

Lo que me sucede a mí, siento yo, no es tan grave como lo de ella. Si algo he aprendido -también investigando, con ayuda profesional y estrellándome, un poco- es que mis problemas de ansiedad social tienen solución con terapias y con buena compañía. Hubo un entonces en que temblaba hablando con simples mortales poco importantes y no sabía porqué. Y pensaba que era estupidez mía hasta que mi ignorancia me cobró un poco caro. La ansiedad social no es fácil de identificar. Es un problema que puede tener raíz en otros. Puede ser similar a la timidez e, incluso, puede convivir con la timidez, haciendo un lío para la vida del pobre individuo que lo padezca. Además se presenta en grados de gravedad que va desde los problemas para hablar en público (que es el que sufren muchas personas) hasta poder entablar una conversación estructurada con cualquier individuo.

La ansiedad me ha llevado a perder oportunidades, a alejar gente, a hacerme sentir como una inválida social. Como una total idiota en medio de gente más idiota que no entiende. Repito: como desde los 14 a los 19 años era peor. Y mucho más porque no entendía lo que sucedía conmigo. Hasta que los caminos adecuados me llevaron a entenderlo: ansiedad social por desórdenes hormonales, de una sustancia llamada cortisol. (originados de algo que no explicaré por cuestiones prácticas, pero que mucha gente sabe). Hipotálamo que no suministra la cantidad debida de sustancias en el cuerpo lo que produce; no solo ansiedad social: ataques de pánico sin razón justificada (y con razón justificada muchos más), ataques estrés, de nuevo, por razones tanto justificadas como no. Pequeños rasguñazos de depresión injustificados. Cansancio injustificado. Dolores de cabeza, de espalda, parálisis temporal de ciertos músculos. Y con el cortisol enloquecido vino glucosa en bajas proporciones al igual que paciencia, tolerancia y todas esas virtudes de la gente que no es yo. But it's not your fault, little girl.

Por mucho tiempo me prohibieron el café. Yo, venida de familia cafetera ¡no podía tomar café! y además, mis problemas mutaban a toda clase de eventos y comportamientos extraños que incluso puedo presenciar hoy, con una versión deluxe de mi enfermedad. Una versión reloaded a lo Matrix. Ahora presencio en mí los mismos síntomas que el pobre cortisol desubicado me genera pero con versiones evolucionadas. Ya no son Pikachu, sino Raichu. Ni Ponyta, sino Rapidash. Ni Squartle, ni Charmander, ni Bulbasaur; son más una versión de Watortle, Charmeleon y Ivasaur, respectivamente. Toda una maestra Pokemón. La ansiedad que sufro ahora es distinta, por ejemplo. La gente no me pone nerviosa sin su debida razón. Ahora me ponen bastamente irritable. De nuevo, sin razón (la no razón es la clave).

Lo triste de lidiar con todo, es lidiarlo más o menos sola. Y no sería problema, si no tuviera que tener una interacción social obligada. Siento que papá y mamá no lo entienden del todo. Mucho menos amigos, compañeros, profesores, y personitas en general. Oh, la vida se torna oscura y lluviosa y emo, por ende. Es así como decidí un día entenderles. Pero con una lógica más o menos influenciada por este amargo contexto empecé a no solo no entenderles, sino a tomar rencor de las cosas y de la vida. Desmotivación. Paranóia. Miedo. Cosas que incrementaban el estrés, lo que que se produjeran en mi organismo los niveles de cortisol elevadísimos. Lo que aumentaba en un gran ciclo sin fin toda mi maraña de problemas.

No me quisiera justificar con esto aunque algunas veces tenga que hacerlo. Y si las personitas no entienden, como para qué decirles, dude. En serio, es un asunto medio humillante. Entonces tengo problemas con las personitas que no entienden que tengo un problema biológico. Y los entiendo, es algo que no tienen porqué entender, a pesar de que eso me facilitaría la vida. Alguien me dijo una vez que la ayuda no es mala. Que las mejores cosas en la vida se logran por colaboración. Yo, personalmente, lo entiendo y lo comparto pero no lo acepto para mi indivisualismo. Mi maldito orgullo me quiere hacer creer que todo lo lograré solita. Pobre ilusa. Además porque sí, estar sola en todo esto y otros tantos asuntos me hacen creerme mis versiones.

Regresando entonces, de verdad me considero independiente. Pero Ana María empieza a convalecer cuando algo la amarra emocionalmente y es ahí cuando la tal independencia no existe. Here comes the shame, comes the shame. Siento que cuando me encariño con algo o alguien, es un cariño genuino y sincero. Medio estúpido y retrasado, si se quiere ver desde un lado más realista. Entonces trato de que no suceda. Trato de ver las cosas desde lejitos, teniendo un criterio que me defina: esto es lindo, esto no; esto es bueno, esto no; esto es buena gente, esto no. Pero hasta ahí. Feelings are for pussies. El problema es que eso no es tan así y por eso tengo novio, amigos, metas, sueños, pasiones, obsesiones y un perro. Y todo eso me ata emocionalmente. Y sufro. A lot. Y me estreso. A lot. Y mi hipotálamo se confunde y no sabe qué hacer y lo hace todo mal. Pobre glándula infeliz.

Mis problemas tienen soluciones bastante sencillas que, temporalmente los borran hasta el punto de hacer parecer que no existen. Las mismas cosas que me atan emocionalmente me pueden llegar a hacer muy feliz. Rodearme de la gente correcta, los libros correctos, la música correcta. I feel the love, feel the love. Todo eso me distrae de una realidad interna y me ayuda a sobrellevar mi infiernecillo. El problema es que lo correcto puede ser incorrecto en algún punto, tornándose en mi contra. La música no parece la adecuada a veces. Los libros cuentan historias que no me ayudan. La gente... oh, la gente. Las personitas y sus palabras afiladas. su verborrea innecesaria, su ignorancia incurable.

Por eso, insisto, alejar gente puede ser la mejor solución, a veces. Es que no soporto una guerra implícita a punta de heridas invisibles que lo único que hacen es crear más traumas en este pequeño ser lleno de traumas. Además fue recomendación médica: alejarme de todo lo que mal me haga, acercarme a lo que me ayude. But I'm holding on for dear life, won't look down, won't open my eyes. Pobre Sia. Cómo quisiera darle un abrazo y decirle que la vida es así con gente que no lo merece. Tanto talento teniendo que lidiar con situaciones peores. Y aunque yo no tenga el talento o la ansiedad social tan potencializada, mis dosificados problemas me llevan a entenderle un poco, desde mi perspectiva. 

A veces quisiera ser Mr. Spock y suprimir mis sentimientos (paréntesis: si usted entiende mis referencias ñoñas sin googlear, usted es una persona increíble. Ámese y dese besitos. Cierro paréntesis). Aunque un pensamiento como el del señor Spock no sería divertido. Es que es tan rico amar y odiar y disfrutar y aburrirse y sentir. Es básicamente de lo que se trata vivir ¿no? no solo de lógica vive el hombre. Aún así todo a mi alrededor es tan disfuncional como mis disfuncionales procesos cerebrales. Y quisiera, así, resguardarme de todo mal y peligro donde nadie más me encontrase. Ojalá todo mejorase para Sia. Una ídola más para este obsesivo y emocional corazón, que también necesita respirar, volar, mejor gente, mejor vida. 

Imagen tomada de Google.

Evitando decepciones innecesarias.

Yo, últimamente. And I don't give a fuck.

A mí alguna clase de inconsciente colectivo me había implantado la idea que, eliminar gente en las redes sociales era regalarles demasiada atención, que era una acción inclinada hacia la inmadurez, que era mejor dejarlos ahí e ignorarles hasta que por alguna razón, los rencores se disiparan. Y hasta cierto punto seguí al ganado y lo supuse como cierto. Y lo era, después de todo el tiempo se encarga de borrar rencores, de pasar páginas hasta que finalmente se sigue con la vida. O al contrario, dejas ahí a tu enemigo para vigilarle, para comparar lo patética que es la gente y que es la vida (no nos digamos mentiras, la miseria ajena puede subir el ego). Pero estos casos de éxito no siempre te tocan. No siempre dejar a la gente en tus redes sociales implica dejar de regalarles atención valiosa. Pasa que el corazón se miente. Se miente porque aprendió a querer. Y querer es ser vulnerable, tanto que, incluso los actos en las redes sociales de la gente que quieres te pueden afectar.

En este orden de ideas se puede sacrificar
todo lo demás. Aunque duela.
Y entonces, una vez, una personita me enseñó su punto de vista. Bloquear a la gente no es malo cuando te ves afectado por sus acciones, sean intencionales o no. Y no logré entenderlo, hasta que tuve que hacerlo por mera necesidad emocional. Hoy, he bloqueado a dos personas de mis redes sociales que me afectaban de forma negativa. Básicamente porque les quiero mucho. Y así como les quiero, no soporto sus actitudes hipócritas hacia mí o que violen mi confianza. No soporto la criticadera constante, que lleva tanto tiempo y a había ignorado tanto tiempo que porque esas cosas no son de prestar atención. Hasta que uno se da cuenta que eso no es normal, que son armas escondidas en expresiones verbales. Pero uno no se espera eso de los amigos, no. No soporto, tampoco, que hayan situaciones que pudiéndose evitar, para que tu amigo no se sienta como un idiota, no lo haces. Y adivinen quién se termina sintiendo como una vil idiota al final... ¿Cómo tener gente así en tu vida?

Vamos por partes. En este caso no me lo busqué. Le huía prácticamente a los encuentros a lo menos virtuales. Porque yo solía ser de esas personas que revisan los perfiles de otros. Los niños que me gustaban eran estrictamente supervisados en cuanta red social hubiese y ya tenía mis técnicas para hacer mejor mi trabajo de espía. Y no solo con ellos, una lista de víctimas pasaron por mi lupa, por variadas razones. Pero con el tiempo lo dejé de hacer y casi que sin darme cuenta. La vida propia es más feliz cuando la de los demás no interesa. Con estas ganas de no saber de nadie, entraba a mis redes sociales a lo estrictamente necesario. El problema es que así uno no tenga la intención, la presencia de ciertos individuos torna la bella tranquilidad propia porque justo su vida aparecía en la mía de alguna manera; por coincidencia de actualización o porque el destino me detesta. Suficiente con tener que fingir en la vida no virtual que sus existencia no me empezaban a amargar cuando tenía el placer de encontrarles por ahí, para que sus realidades online me sofocaran también. Y así hoy decidí que no más.

Y me duele. Mucho. Mi problema es que para querer, impongo condiciones. Y aún así sé que quiero sin medida. Pero mis condiciones me impiden disfrutar del todo a las personas, sin que yo tenga razón de hacer algo por mis relaciones interpersonales lo que me conlleva a este estado de soledad, a veces tan indisfrutable. A lo mejor lo merezca. A lo mejor nadie está destinado a rodearse de mí y a que me rodee de ellos en una madeja compartida llamada amistad. Puede que sea mi culpa que la gente me desinfle. De pronto hago algo que no les gusta. No sé. Acción y reacción. 

Lo siento por la cortesía. Sí me duele.
Siempre me pasa. Y siempre termino encariñándome con la gente, como cuando uno se encariña con el cerdito que van a matar para la cena de navidad, cuando ya se sabe que esa bella amistad puerco-humana no va a durar mucho. Así que pudiendo darle mute a las notificaciones decidí eliminar a estas personas de mis redes sociales. No sé, consuelo de bobos, supongo, porque tan definitiva no es la acción. Shame on me. To need release. Uncontrollably. La vida real no tiene botón de bloquear y mandar a la gente a la China y no cruzárselos nunca más. Pero de cierta manera, me hace sentir determinada y delimitada. Sé, dude, que no cuento contigo más entonces good bye, have a good life.

Hace por lo menos 8 horas que lo hice y sí se siente distinto de una forma positiva. Me insisto que mi personita especial tenía razón: si te afecta, no es un acto inmaduro, es solo una protección para evitar decepciones innecesarias. Y sigo adelante. A lo mejor la vida me siga dando lecciones con esa forma tan especial de hacerlo; y me los tenga que cruzar en cada pasillo, en cada esquinita, pero esto tan simbólico me va a recordar que es mi vida y merezco decidir quién se queda. A lo mejor ni lo noten.

Me siento herida y no puedo evitarlo. Siento que no puedo volver a confiar en la gente, que no quiero volver a tener amistades cercanas. Pero blah. Me río al mismo tiempo de lo patética que sueno. Sé que no estoy sola. Un par de personas no son todas las personas en el mundo y ni si quiera, en mi vida. Me rodea gente maravillosa que siento que me quiere sinceramente como yo a ellos, que se preocupan por mí y que no puedo esperar nada más que cariño de vuelta.

Así que sí. Eso hice hoy. En un acto simbólico por eliminar gente de mi vida, lo hice de las redes sociales. Fuck you, fuck you, fuck you, you're cool, fuck you. No es tan malo como parece. No tengo nada en contra de nadie. Por decir solo lo ya mencionado antes que tengan una buena vida. Que sean felices y que si tienen algo por decirme que me lo hagan (insisto, como he insistido últimamente por lo mismo). Que lo siento mucho. Por todo lo malo. Y que gracias. Fue más lo bueno. I'm out.

Citar a Britney como método de validez textual. 

*Si quiere leer la segunda parte de esto y compadecerse de este pequeño ser: por acá.*



Imágenes tomadas de Pinterest.

De cómo un cambio superficial puede llegar a uno más profundo

Prometí en mi blog de Tumblr que sacaría conclusiones. Aquí están.





Cambiar de color de pelo me ha servido como experimento social y también personal. Además porque, hasta cierto punto, el comportamiento humano me resulta fascinante. Es en general un aspecto inseguro sobre sí mismo. De todas maneras la forma de hacer que éste se torne a favor de uno (sin importar si es negativo o positivo) es dándole un detonante. Y yo, inocentemente, convertí a mi pelo en la excusa para que aquellas frágiles mentes que me rodean me regalaran lo mejor (y lo peor) sí mismas. Además, me di cuenta de mis propias reacciones al respecto.

Mi intención con decolorar mis rojas cabelleras no era otra que un cambio necesario. Lo quería hacer ¡y hace tanto! que, a punto de culminar mi etapa de pregrado me lancé a los brazos del rosa pastel y dije, you know what? si no lo hago ahora, no será nunca. Entonces lo hice. Y uno sabe. Uno sabe que la gente hablará y comentará y lo que sea. Y dije, pues qué me importa. Y fue así, y es así. Hasta que me di cuenta que, habiendo un patrón de comportamiento, en efecto no me debería interesar a mí por lo que digan de mí, sino por lo que cada uno dice de sí mismo con lo que dice de mí. Además porque no me molestaba en absoluto lo que la gente me dijera, al contrario, me daba pie para observarlos. Y me encantaba hacerlo. Y entre más negativo, mejor.

Pues bien, mi conocimiento se limita a un par de cosas que he leído sobre comportamiento humano. Si esto lo hago es por mera curiosidad. Académicamente, no estoy calificada para estudios sociológicos avanzados, por ende las conclusiones que saqué aquí son bastante subjetivas, obtenidas del patrón en comportamientos similares, en dos personas o más. No hice una clasificación de sujetos por sexo, edad, nivel de educación, entre otros; porque esa parte no me importa.

Cuando decidí dejar de ser redhead me tocó investigar bastante. Me tomó unos meses decidir qué procedimiento era el mejor para mí, por lo que, finalmente, las vacaciones de julio fueron el tiempo elegido. En vacaciones no veo a mucha gente además de mi núcleo familiar, que se redujo a papá y mamá, quienes fueron los primeros en ser testigos del cambio. Papá y mamá me conocen. Saben que esta clase de cambios se me dan desde los catorce años y además estaban advertidos. Antes del cambio les recordaba todos los días lo rosa que iba a ser. Además de no sorprenderse me apoyaron.

Con mis mis padres vi a algunos amigos y familiares. Sus opiniones, hasta este punto, me daban igual. Me decían que me parecía a una muñequita, recuerdo; que si era peluca, preguntaban y los famosos ¿por qué? de los que hablaré más adelante. Otros no decían nada, he de suponer que por la costumbre al cambio.

Mi curiosidad hacia la gente llegó cuando comenzó de nuevo mi rutina universitaria. Y es que, a pesar de que ha disminuido la población de personitas conocidas por este ser rosado, aún existen individuos a los que saludo. De lo siguiente solo debo decir que a pesar de parecer indignada solo me divertía con una opinión propia para cada situación, pero ha sido una experiencia que me ha enseñado mucho.

  1. Mi primera impresión de todo esto es que a las personas nos encanta dar opiniones que nadie nos ha pedido. Sean buenas o malas. Es como si algo nos dijera que si alguien cambia es por uno, y así no es. Y como lección me queda no comentar cuando alguien no ha pedido mi opinión, que es un comportamiento bastante, bastante complicado porque es casi que inconsciente.
  2. La gente no es mala. La gente solo opina, porque lo sienten como un deber. El problema es cuando esa opinión es negativa, porque no saben como decirla. Halagar a alguien es muy fácil porque se va a sentir bien y sentirse bien es un fin humano, según Aristóteles. Cuando la gente siente por deber que tiene que expresar su opinión y esa opinión no es buena, igual lo dicen y de la mejor forma que puede, que, a veces, no es la mejor forma en la que deberían. En mi caso no me afecta, pero me di cuenta que si no te sientes seguro de ti, o de tus cambios, las opiniones ajenas te pueden golpear. Pero la gente no es mala, es solo bastante convencida de que requieres de su opinión para vivir. Lección: Si no hay nada bueno por decir, entonces no decir nada.
  3. A partir de lo anterior, no solo hay que esperar reacciones ante tu pelo, sino, reacciones ante lo que les respondas sobre sus propias opiniones. Me parece algo gracioso responder sarcásticamente, sobre todo cuando la respuesta es negativa. Y adivinen qué: ¡En la mayoría de los casos se sienten ofendidos! Y esto es algo que no entiendo, te dicen algo no muy bonito y esperan que no te enojes, pero si respondes lo mismo ¿por qué se tienen qué enojar ellos? ¡No los entiendo! Lección: No tomarme las cosas de forma personal.
  4. Cuando la gente no sabe qué decir (porque, insisto, es como si tuvieran la obligación de hacerlo) te pregunta que porqué te hicste el cambio. ¿Por qué, por qué, por qué? No sé ¿te cuento mi vida, nos tomamos un café? Por qué. Y con un gran PORQUE SE ME ANTOJÓ no les basta, así sea la verdad. En ocasiones solo quedan tranquilos si les respondes con una elaborada respuesta inventada. Insisto, si uno recurre al sarcasmo se ofenden. Lección: Tratar de hacer preguntas inteligentes. Los porqués ante las decisiones personales no son muy inteligentes.
  5. ¿Por qué putas quieren TOCAR mi pelo? Odio que se sientan con licencia para hacerlo como el ser humano racional y tolerante que soy (NOT) (A diferencia de las opiniones, esto sí me afecta). Entonces les pido el favor que no lo hagan y les cuento la historia de aquella vez en que, inconscientemente le zampé un puñetazo a alguien por hacerlo (juro que fue sin querer, acción-reacción). Pero entonces no les basta con verlo. Tienen que tocarlo. Me salieron más curiosos que esta socióloga wannabe. Lección: Antes de hacer algo que incluya la presencia de otra persona hay que preguntar. Por más confianza que se tenga.
  6. A donde fuere, tenía que escuchar conversaciones sobre pelo. Yo prefiero no hablar de lo que me gusta de forma insistente e intensa porque empiezo a generar un odio profundo hacia ello, como el ser racional y tolerante que soy (NOT, de nuevo. Por eso odio con toda mi alma que me hablen de Sherlock, Breaking Bad o Game Of Thrones últimamente). Pero donde llegara este ser y su pelo rosa la gente empezaba de hablar sobre pelos, tinturas, cortes, y otragenteconelpelomuylindo. Y como a la octava conversación de lo mismo, me aburrí de lo monotemática que puede llegar a ser la gente (como a la segunda, en realidad). Lección: A pesar de que siempre lo evito, me insisto a mí misma que no debo hablar de los mismos temas. Sobre todo cuando es para criticar. Sobre todo cuando no hay algo positivo por decir.
  7. Para estos cambios tan drásticos hice una investigación exhaustiva, ya que puede ser corrosivo para mi pelo. Me hago tratamientos para que no se arruine, me lo lavo poco y nada de plancha y nada de secador. Tengo el pelo mucho más saludable que incluso desde antes de decolorarlo y algodóndeazucararlo. Se daña, porque es un proceso químico, es natural. La gente va a insistir en porqué haces esas cosas. Que arruinas tu pelo. Blah. Me sorprendió escuchar esto de gente aparentemente inteligente, que en mi percepción solo hablaría así después de hacer las preguntas pertinentes. Lección: No incumbir en las decisiones de otras personas. Si no es mi asunto, si no sé nada, mejor no comentar. Mejor hacer preguntas (inteligentes) antes.
  8. No solo te van a dar su opinión que no pediste, el combo vendrá incluído con consejos que no quieres. Es lindo porque se preocupan por tu bienestar y el de tu pelo pero ¿y si no los quiero y no los necesito? Lección: Si la gente no pregunta por consejos, es mejor no darlos. En todos los sectores de la vida. A veces la gente no los quiere (he caído en esto tantas veces que me alegra saberlo de mí misma. Tengo tanto que aprender...)
  9. Además de la gente que conoces, la gente que no se quedará viéndote en cuando tu presencia aborde su alcance visual. No hay salida en la cuál la prudente gente de esta hermosa ciudad no me clave los ojos. No sé si sea la intención subir tu ego con su atención desmesurada o hacerte sentir incómodo. Lo que me sorprende no es que se queden viendo sino que ¡no sepan disimular! Ni siquiera se me ocurre qué pensar de ello. Al principio, efectivamente no sabía cómo reaccionar. Luego me quedaba viéndoles de la misma manera (y están los que voltean la mirada con la poca dignidad que les queda y los osados que se quedan viéndote igual). En una ocasión le pregunté a alguien que si le podía ayudar con algo. No dijo nada y se fue. Lección: Don't. Stare. At. Anyone. Nadie merece tanta atención, nadie merece mi atención. Pero tampoco la gente no merece sentirse incómoda por curiosidad. Y si hay algo que ver, se disimula.

Y así, aprendo todos los días de la gente. Con este ejercicio me di cuenta que muchas veces yo misma he caído en tantos errores similares que me disculpo con quienes he ofendido sin querer. Ha de ser por eso que a mí me da bastante igual puesto que entiendo que la gente no es mala (o eso es lo que quiero creer), es solo un poco imprudente, despistada. Además, me di cuenta que muchas cosas empiezan por la actitud personal, que hay que reforzar la tolerancia viendo las situaciones desde distintas perspectivas porque lo que menos quiero hacer es caer en errores comunes (ni que fuera castaña). Algo que no puse arriba porque es más mío que de los demás es el hecho de exponerse también en redes sociales. Las redes sociales te dan una especie de licencia para opinar cuando los post son públicos. Y en mi cabeza está perfectamente dividida esa brecha por lo que, cuando he subido fotos son las únicas opiniones que siento que debo recibir. El problema es que en la realidad no virtual también es así. Eres una foto de instagram caminante. Una selfie viviente. Entonces tienes que aprender a recibir todo lo que te digan a gusto, todo lo que quieran decir, los 'Likes' que te gustan, los 'comments' que no tanto. Todo esto por no ser  una rubia más, una pelinegra más. Y todos los días encuentro razones para no ser una más. Y me alegra no serlo.




Se dice de mí...




En mis veintes, a punto de terminar la universidad, con sueños, metas, ideas e ideales. Blanca, bajita, delgada. Con problemas de atención, de salud. Como todo el mundo. Soy tan del promedio, que si no fuese por mis alborotados cabellos de colores, pasaría totalmente desapercibida. O al menos eso creía yo, hasta que ayer, las confesiones reprimidas de un pequeño ángel guardian me depararían con asombro, un dolor exagerado y una verdad escondida que me reafirmo que soy tan del común como lo había sospechado.

A is for Annie.
Al principio lo sentí feo, feísimo. Puñalada por la espalda. No es fácil enterarse que, por bastante tiempo, has sido la comidilla del mundo. Mucho menos cuando es de gente que no esperabas, o bueno, que en parte sospechabas, solo que eres bastante ingenuo para dar el beneficio de la duda a cualquiera que porque yo qué voy a ser tan importante para ellos, que porque ¿yo? ¿en serio? ¡No! La gente tiene una vida y debe ser maravillosa. Y pues no. Y justo encontraron la de este ser infortunado. No lo pueden ver a uno un poquito feliz.

Y no soy solo un poquito feliz, soy muy feliz. El pasado año ha sido de los más difíciles y de los que
mejor ha sabido enseñarme. Y me encanta aprender. Creo que soy mejor persona, al menos conmigo gracias a tantas circunstancias ocurridas. Y lo corroboré cuando otro angelito me hizo saber que era afortunada por tanto. Hasta porque la gente hable de mí. Es que como dicen por ahí "si la gente habla es porque estás haciendo algo bien".

Todo esto me ha recordado un poco a la película Easy A. Es que ¿cómo reaccionar? ¿Les doy la razón para que me odien más y me juzguen más? En esta historia, Olive se divierte haciéndoles creer que realmente es como la juzgan, al fin y al cabo ella no está haciendo nada de lo que dicen. Sin embargo no he de reaccionar como Olive porque no tengo tiempo. La reflexión de hoy se lleva mi atención. Lo demás serán glorias.

Me encanta el humor de esta película. Siento
mucho no poder hacer más analogías en este
escrito con la misma.
Entonces sonrío. Hoy desperté pensando en que la única enseñanza que todo esto me trae es, poder ser mejor, y mejor, y mejor. Ponerme retos de todos los tamaños, seguir el papeleo protocolario correspondiente, demostrarme a mí misma que puedo hacer grandes cosas y sonreír (sonreír y sonreír) porque pasa que la gente pasa, uno se olvida de ellos (así ellos no) y entonces se quedan las grandes personas en la vida que yo afortunadamente sigo teniendo.

A ellos, no tengo nada importante qué decirles. Clichés como no tengo nada en su contra, gracias por hacerme notar que tengo razones para sentirme bien conmigo misma (Tu EmBiDiA AliMenTa Mi HeGo o como sea), que soy consciente que no he sido la mejor persona pero que la gente como ustedes me inspira a mejorar. Que, incluso, muchas cosas ahora me hacen mejor que a ustedes (¡Ni yo lo hubiera pensado! Tan sobreestimados los tenía). Que qué buenos amigos, dude! y que, además, en el fondo de mi corazón, les deseo lo mejor. Muchos de ustedes tan talentosos. Lástima que se sientan tan poca cosa para difamar de la vida de alguien más cada vez que se reúnen (es lo más cercano que he tenido a un club de fans, además porque convocan a más gente a unírseles) y que si quieren, hablen. Hablen lo que quieran si eso los hace dichosos. La guerrillita que armaron en mi contra ojalá les sea útil (guerrillita sin exagerar. Medio terroristas orales me salieron, según lo que me contaron mis confiables fuentes). Y por último, ojalá alguno de ustedes o cualquier otra persona a la que no le agrade este pequeño ser se encontrara con este escrito y me dijera la verdad en la cara. Yo no les voy a cascar, no me voy a vengar, nada. Qué flojera, man, en serio. Pero me encantaría que lo hicieran. Desahóguense de esa ira, queridos, que están muy grandesitos para ser tan rencorosos.

Bastante del común soy. Tan del común que tengo gente hablando a mis espaldas porque sé que ¡esas cosas pasan! solo que, para lograrlo hay que tener un talento especial. Hay algunos ositos de chocolate que pasan inadvertidos por tiernos pero pues imagino que ni tan moneditas de oro son. Sé que por mi parte, el trabajo duro me traerá recompensas, que soy querida, que quiero. Que si me dolió todo en un comienzo es porque yo quiero a la gente de forma sincera, pero de esa misma forma los deshecho de mis afectos. Que no me pondré una A en el pecho, porque oh, boy ain't nobody got time fo' that. Que si lo escribo es porque me parece importante recordarme a mí misma que hay que mejorar, no para que no hablen, sino para que hablen más. Al fin y al cabo me esperan grandes cosas, James Blunt lo predijo:


Annie, would it be nice to be recognised?



Posdata: 





Imágenes tomadas de IMDb, Tumblr y Pinterest.

Primer año.


"Te quiero mucho. De aquí a la luna mil veces. Eres maravilloso. Soy tan afortunada, que no quiero más en la vida porque tú estás."


Hoy es nuestro primer aniversario. De haber existido una fecha así unos años atrás le habría regalado un puñado de letradas marañas esforzándome por esconder clichés inescondibles. Y no es que sea tan distinto, teniendo en cuenta que este también es casi cliché, en el polo opuesto. Pero ahora no siento una necesidad de expresar al mundo por medio de este espacio lo mucho que lo amo. No existe tal necesidad. En parte, eso lo cambié junto a él que me ha mostrado formas de ver el mundo tan sencillas que mi complicado ser jamás se habría imaginado que existiesen.

Y él también ha cambiado tanto por mí, sin que se lo haya pedido. La firme convicción de mejorar lo lleva a que se sienta en la obligación de mejorar. Le amo eso como tantas cosas. No sé de qué se compone el amor verdadero, pero esto se siente tan real. Nos amamos en una armonía casi perfecta, que tiene la necesidad de perfeccionarse más.

Sí, lo dije como no lo quería, pero así se desplayaron en estos pixeles las palabras. Perdón. Digamos que este año me ha servido, no solo para conocer el amor desde el lado oscuro de la luna, sino para cambiar, para crecer intelectualmente y personalmente. Para aprender a valorar el curso de las cosas. Supongo que de eso se trata.

En fin. No sé qué pueda suceder después. Siempre me he considerado un pajarito libre, que anda por el mundo reafirmando esa libertad. Y de alguna forma lo sigo siendo, solo que ahora está él. Y me gusta mi vida con él. Me gusta que se entrelace con mi libertad, que la respete y sobre todo, que tenga la suya. Que nos hemos planteado situaciones, de las cuales salimos bien librados en un futuro hipotético. Que si la vida nos regala más dichas compartidas, las tomaremos más que encantados. Y que si me sigue sorprendiendo como lo hace cada día, estoy segura que la costumbre no se hará cargo de mantenernos unidos.

Feliz aniversario, mon amour. Que la vida nos alcance para tanto...






Imagen tomada de Pinterest.

Papeleo protocolario


Últimos. Último día en la comodidad del hogar de papá y mamá.  Punto de mi vida: Último, también, semestre de materias. Esto se volvió una cuenta regresiva para finales y también para comienzos. Un año en punto de una hermosa relación amorosa, intelectual y poética. Algodón de azúcar en el pelo, con un mínimo de seis meses a futuro. Gente que viene y va. Clichés, de días por delante, porque estoy joven y a la vida le place regalarse entre la estúpida juventud. Papeleo protocolario al respecto: certificados, visas, cartas, libretas. Libros, muchos libros, por favor. No lloren, arbolitos, no lloren.

Y yo, siempre yo, con la intención de hacer más de lo que puedo, y más de lo que podría hacer a un futuro cercano. Planes inconclusos, a veces. Es decir, me digo, sí, hagamos ejercicio. Empecemos mañana temprano. Y mañana temprano estoy demasiado cansada como para arrancar. Todo se me queda en intenciones. Al parecer, soy un ciudadano promedio con mediocridad avanzada cuyo lema es "lo que cuenta es la intención". Y no. No es así.

Entonces intento llevar una agenda. Papeleo protocolario. La agenda sirve cuando no eres yo. Cuando la llevas, la usas, la lees y la sigues. Yo lo intento. Y lo refuerzo con post-its dejados por doquier. Te siguen, los malditos post-its llenos de autopromesas pendientes, de compromisos varios. Y te invaden, tanto, que terminas luchando contra ellos. Malditos post-its.

Y toda este empuje a la voluntad propia para recordarme que he llegado aquí, a estos ventipico de años y a esta etapa de mi vida y llena de finales y comienzos; y a este último día en la comodidad del hogar de papá y mamá sin hacer la mitad de todo lo que he querido. La mitad o más. Insertemos el cliché acá: seeeh, hay vida por delante. Y hay papeleo protocolario insistente por ahí, con sus post-its del demonio y sus abandonadas agendas.

For fuck's sake, necesito aprender a organizar la mente, a seguir las agendas, a reconciliarme con los post-its. A que el papeleo protocolario funcione. Al fin y al cabo este escrito es también uno, tan electrónico él y tan largo pero un post-it más para decirme: Oiga, mamita, despierte. Hay vida ahí afuera, y futuro esperándola, y papeles. Mañana un avioncito muy a las nueve de la mañana la devuelven a usted y a su algodón de azúcar que tiene por pelo a la ciudá de la furia (Bogotá I love you but you're bringing me down) donde le esperan las materias por terminar,  el man que la vuelve loca y la otra gente que la enloquece, las cositas esas quisquillosas que quiere hacer, las que le corresponde, las que se le antojen. Y así, la agenda, las cartas, los libros, el pasaporte, ¡Los post-its! malditos post-its. Maldito papeleo protocolario.

Imagen tomada de Tumblr.

Trasteo emocional



Cambios, cambios, cambios. Si de algo he hablado en este blog es de cambios. Y es que este pobre espacio virtual nació años atrás con una manía muy propia de cambiarlo todo, de reorganizarlo, prácticamente como una necesidad adquirida y así poder expresarme, entonces, envuelta en palabras. Ahora, veo cómo mi vida sigue cambiando de una manera abrupta pero voluntaria. Y sigo queriendo dejar por escrito todo este sentimiento de cambio.

También me he organizado. Pongo canciones tristes para sentirme mejor. Todo se trata de desechar lo que ya no me sirve. Se trata de reafirmar mi lugar y si no he de serle útil a quienes me rodean, si no he de ser si no estorbo entonces partir con un poco de dignidad. Flotando entre rechazos del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer. Aunque, he de confesar que  la sensación de libertad es grande ¡Es el hecho de poder elegir! Y elijo el adiós.

Hoy empecé por ejemplo con una limpieza virtual. Así sea un temporal adiós, he decidido darme un descanso de esos perfiles sonrientes, de colores y con palabras. Adiós a los disgustos y sonrisas ahí creadas. Por ende, adiós a varias personas que se quedarán atrás con la barrera de una pantalla. Adiós a quienes siguieron, leyeron y comentaron todo lo que mi mente daba a luz en aquellos espacios ambiguos. También es un ritual de disculpa en silencio con quien pude ofender incluso si esta disculpa no llega a saberse nunca. Solo un perdón lejano.

Las redes virtuales son muy útiles cuando la finalidad es trascender la vida real a un espacio que la complemente. Pero mientras la tranquilidad es transgredida por tales insignificantes espacios, se pueden tomar medidas. Por eso los considero insignificantes, porque un día le das la opción de eliminar y es como si todo lo que eres, para ti y para los demás, muriera en cuestión de un momento. Como un suicidio virtual, del cuál puedes resucitar (la magia del internet). El problema es cuando esas vidas virtuales pretenden remplazar la interacción real. De qué nos perdemos. Tal vez colmaban la necesidad pero hay espacios que no se pueden llenar. Y esos espacios pertenecen a una vida que hay que vivirla con quienes te quieren más allá de un perfil en un sitio.

Por eso he decido intervenir en hacer cambios. Urgentes y necesarios cambios. Paso a paso, sin arrancarme de un solo jalón, pero volviéndome invisible poco a poco. Era necesaria una limpieza de vida, de gente, de temas. Como la limpieza de fin de año, solo que a mitad. Como la reevaluación a final de un ciclo solo que sin final aún. Y con la mente positiva de que el adiós será la mejor decisión, eventualmente.

Poder decir adiós, es crecer...



Qué malvada es mi memoria. Caprichosa, inquieta, inútil, memoria. Podría contar una historia mil veces al no recordar que lo hice antes o incluso, sé que he contado esto o lo otro pero no recuerdo qué pobre infortunado tuvo que aguantar mis retahílas. Y a lo mejor, le toque hacerlo de nuevo. Tengo que releer párrafos de libros porque, así preste mucha atención a lo que leí, es como si no lo hubiese hecho con la llegada de los siguientes. Se me olvidan instrucciones simples, como el número que me acabaron de dar o el nombre de alguien que justo mencionaron. Olvido como funcionan las puertas que he usado por 10 años, olvido cómo se ven los colores si me toca imaginarlos.

Antes no era así. Antes mi memoria recordaba hechos con cuanto detalle como fuese innecesario. Gente, sitios, cosas, colores, el letrero torcido en la esquina, el tipo que se cayó al minuto 45. Aunque solo sucedía con las cosas irrelevantes de la vida, porque las tablas de multiplicar, las capitales del mundo o los elementos químicos no eran tan amigos de esta mente cuyo requisito para recordar era la inutilidad del ser. Y si era vergonzoso y triste, aún más.

Me es costernante la desaparición gradual de tal ineficaz talento. Porque es que hay cosas que no deberían olvidarse si son importantes para avanzar. Ya me siento como anciana que se habituó a su alzheimer, mientras espera que todo a su alrededor también se habitúe. Pero no, no puede ser, si me faltan marras para llegar a ese hipotético futuro. Pero como curiosidad no me falta y lo tengo todo para que las respuestas sean certeras, he concluido varias cosas y me inclino más hacia lo siguiente: he creado un mecanismo de defensa que desecha sin filtro todo aquello que mi mente considera negativo.

Y suceden cosas bonitas, como que ahora perdone más fácil. Bonito cómo me es físicamente imposible recordar porqués que de la nada las malas cosas se esfumaron y yo, con una sonrisa de niña ingenua recibo a mis victimarios. Bonito cómo me vale todo un comino a veces y dejo que las circunstancias se me deslicen y no sean ni un mal recuerdo pues porque se me olvidaron.

Y suceden cosas no tan bonitas como que reincida en errores que pude haber prevenido. Existimos personas que no tropezamos con la misma piedra dos veces por estúpidos sino por olvidadizos. No es tan bonito tampoco olvidar aprendizajes logrados con tal arduo sacrilegio del mal rato, ni tampoco no poder enfrentar problemas, solucionarlos o mandarlos al carajo si no hay otra alternativa.

Qué mecanismo de defensa más perezoso.
Qué inútil, inútil memoria.

Hemingway se me apareció entonces en forma de literatura. "Escribe fuerte y claro sobre lo que duele". Porque escribir es también un mecanismo de defensa. Escribo para no olvidar. Hago listas de quehaceres, listas de procesos y de pasos. Profeso amor escrito. Lo hago como intentando que los demás no olviden que los quiero, porque así funciona mi mente.

Entonces me doy cuenta que trato de evitar escribir sobre lo que me duele. Mi memoria apoya mi cobardía y mis ganas de escribir se enfocan en cosas más impersonales. Lo evito porque quiero y el olvido es la consecuencia. Ni siquiera puedo intentar hacerlo como ejercicio porque se siente como si cayeran gotitas de limón en eso que ya ha transgredido la piel de los sentidos pero que intenta sanar y no lo logra.

Lo evito. Trato de incinerarlo en mi mente y de sentirme mejor porque al menos, hice el intento de traerlo a colación. No estoy bien, amigos y amigas, pero lo estaré. Es mi propósito porque, afortunadamente, estos sucesos serán memorias que mi mente no alojará por mucho. Porque si duelen es porque tienen permiso, que será revocado en cuanto las circunstancias cambien.

Algún día seguiré tu consejo, amigo Hemingway, lo prometo. Hoy no fue el día.