Papeleo protocolario


Últimos. Último día en la comodidad del hogar de papá y mamá.  Punto de mi vida: Último, también, semestre de materias. Esto se volvió una cuenta regresiva para finales y también para comienzos. Un año en punto de una hermosa relación amorosa, intelectual y poética. Algodón de azúcar en el pelo, con un mínimo de seis meses a futuro. Gente que viene y va. Clichés, de días por delante, porque estoy joven y a la vida le place regalarse entre la estúpida juventud. Papeleo protocolario al respecto: certificados, visas, cartas, libretas. Libros, muchos libros, por favor. No lloren, arbolitos, no lloren.

Y yo, siempre yo, con la intención de hacer más de lo que puedo, y más de lo que podría hacer a un futuro cercano. Planes inconclusos, a veces. Es decir, me digo, sí, hagamos ejercicio. Empecemos mañana temprano. Y mañana temprano estoy demasiado cansada como para arrancar. Todo se me queda en intenciones. Al parecer, soy un ciudadano promedio con mediocridad avanzada cuyo lema es "lo que cuenta es la intención". Y no. No es así.

Entonces intento llevar una agenda. Papeleo protocolario. La agenda sirve cuando no eres yo. Cuando la llevas, la usas, la lees y la sigues. Yo lo intento. Y lo refuerzo con post-its dejados por doquier. Te siguen, los malditos post-its llenos de autopromesas pendientes, de compromisos varios. Y te invaden, tanto, que terminas luchando contra ellos. Malditos post-its.

Y toda este empuje a la voluntad propia para recordarme que he llegado aquí, a estos ventipico de años y a esta etapa de mi vida y llena de finales y comienzos; y a este último día en la comodidad del hogar de papá y mamá sin hacer la mitad de todo lo que he querido. La mitad o más. Insertemos el cliché acá: seeeh, hay vida por delante. Y hay papeleo protocolario insistente por ahí, con sus post-its del demonio y sus abandonadas agendas.

For fuck's sake, necesito aprender a organizar la mente, a seguir las agendas, a reconciliarme con los post-its. A que el papeleo protocolario funcione. Al fin y al cabo este escrito es también uno, tan electrónico él y tan largo pero un post-it más para decirme: Oiga, mamita, despierte. Hay vida ahí afuera, y futuro esperándola, y papeles. Mañana un avioncito muy a las nueve de la mañana la devuelven a usted y a su algodón de azúcar que tiene por pelo a la ciudá de la furia (Bogotá I love you but you're bringing me down) donde le esperan las materias por terminar,  el man que la vuelve loca y la otra gente que la enloquece, las cositas esas quisquillosas que quiere hacer, las que le corresponde, las que se le antojen. Y así, la agenda, las cartas, los libros, el pasaporte, ¡Los post-its! malditos post-its. Maldito papeleo protocolario.

Imagen tomada de Tumblr.

No hay comentarios:

Publicar un comentario