Primer año.


"Te quiero mucho. De aquí a la luna mil veces. Eres maravilloso. Soy tan afortunada, que no quiero más en la vida porque tú estás."


Hoy es nuestro primer aniversario. De haber existido una fecha así unos años atrás le habría regalado un puñado de letradas marañas esforzándome por esconder clichés inescondibles. Y no es que sea tan distinto, teniendo en cuenta que este también es casi cliché, en el polo opuesto. Pero ahora no siento una necesidad de expresar al mundo por medio de este espacio lo mucho que lo amo. No existe tal necesidad. En parte, eso lo cambié junto a él que me ha mostrado formas de ver el mundo tan sencillas que mi complicado ser jamás se habría imaginado que existiesen.

Y él también ha cambiado tanto por mí, sin que se lo haya pedido. La firme convicción de mejorar lo lleva a que se sienta en la obligación de mejorar. Le amo eso como tantas cosas. No sé de qué se compone el amor verdadero, pero esto se siente tan real. Nos amamos en una armonía casi perfecta, que tiene la necesidad de perfeccionarse más.

Sí, lo dije como no lo quería, pero así se desplayaron en estos pixeles las palabras. Perdón. Digamos que este año me ha servido, no solo para conocer el amor desde el lado oscuro de la luna, sino para cambiar, para crecer intelectualmente y personalmente. Para aprender a valorar el curso de las cosas. Supongo que de eso se trata.

En fin. No sé qué pueda suceder después. Siempre me he considerado un pajarito libre, que anda por el mundo reafirmando esa libertad. Y de alguna forma lo sigo siendo, solo que ahora está él. Y me gusta mi vida con él. Me gusta que se entrelace con mi libertad, que la respete y sobre todo, que tenga la suya. Que nos hemos planteado situaciones, de las cuales salimos bien librados en un futuro hipotético. Que si la vida nos regala más dichas compartidas, las tomaremos más que encantados. Y que si me sigue sorprendiendo como lo hace cada día, estoy segura que la costumbre no se hará cargo de mantenernos unidos.

Feliz aniversario, mon amour. Que la vida nos alcance para tanto...






Imagen tomada de Pinterest.

Papeleo protocolario


Últimos. Último día en la comodidad del hogar de papá y mamá.  Punto de mi vida: Último, también, semestre de materias. Esto se volvió una cuenta regresiva para finales y también para comienzos. Un año en punto de una hermosa relación amorosa, intelectual y poética. Algodón de azúcar en el pelo, con un mínimo de seis meses a futuro. Gente que viene y va. Clichés, de días por delante, porque estoy joven y a la vida le place regalarse entre la estúpida juventud. Papeleo protocolario al respecto: certificados, visas, cartas, libretas. Libros, muchos libros, por favor. No lloren, arbolitos, no lloren.

Y yo, siempre yo, con la intención de hacer más de lo que puedo, y más de lo que podría hacer a un futuro cercano. Planes inconclusos, a veces. Es decir, me digo, sí, hagamos ejercicio. Empecemos mañana temprano. Y mañana temprano estoy demasiado cansada como para arrancar. Todo se me queda en intenciones. Al parecer, soy un ciudadano promedio con mediocridad avanzada cuyo lema es "lo que cuenta es la intención". Y no. No es así.

Entonces intento llevar una agenda. Papeleo protocolario. La agenda sirve cuando no eres yo. Cuando la llevas, la usas, la lees y la sigues. Yo lo intento. Y lo refuerzo con post-its dejados por doquier. Te siguen, los malditos post-its llenos de autopromesas pendientes, de compromisos varios. Y te invaden, tanto, que terminas luchando contra ellos. Malditos post-its.

Y toda este empuje a la voluntad propia para recordarme que he llegado aquí, a estos ventipico de años y a esta etapa de mi vida y llena de finales y comienzos; y a este último día en la comodidad del hogar de papá y mamá sin hacer la mitad de todo lo que he querido. La mitad o más. Insertemos el cliché acá: seeeh, hay vida por delante. Y hay papeleo protocolario insistente por ahí, con sus post-its del demonio y sus abandonadas agendas.

For fuck's sake, necesito aprender a organizar la mente, a seguir las agendas, a reconciliarme con los post-its. A que el papeleo protocolario funcione. Al fin y al cabo este escrito es también uno, tan electrónico él y tan largo pero un post-it más para decirme: Oiga, mamita, despierte. Hay vida ahí afuera, y futuro esperándola, y papeles. Mañana un avioncito muy a las nueve de la mañana la devuelven a usted y a su algodón de azúcar que tiene por pelo a la ciudá de la furia (Bogotá I love you but you're bringing me down) donde le esperan las materias por terminar,  el man que la vuelve loca y la otra gente que la enloquece, las cositas esas quisquillosas que quiere hacer, las que le corresponde, las que se le antojen. Y así, la agenda, las cartas, los libros, el pasaporte, ¡Los post-its! malditos post-its. Maldito papeleo protocolario.

Imagen tomada de Tumblr.