Tiempos intermedios

©2014 elreviae

De finales. De finales y de comienzos. Que los primeros no terminan, que los segundos no comienzan. Aún. El limbo de la nada. Y qué horrible sensación, entonces, porque es como ya no estar más, pero no estar aún en lo siguiente. A mí siempre me ha dado más emoción la planeación del futuro que remembranza del pasado. Es así: quiero terminar esto ya, porque se viene algo nuevo, emocionante y en perspectiva, mejor. Y no me da nostalgia lo que dejo. Nostalgia: dícese de añorar algo que se quedo en el pasado y no está en el presente. Nostalgia, nostalgia. Y a mí no me da. De toda la maraña de sentimientos adquiridos ese me falta, lo cambié por otros más intensos. No sé.

Un día me di cuenta que el sentimiento no era lejano a mi ansiosa percepción de la vida. Iba en un autobus camino a casa cuando sonó una de esas canciones de fin de año. En pleno, octubre, pero igual. Instantanea evocación de lo pasado. Mierda, ya casi se acaba esto. Mierda, estamos viejos. Regresaron a mí los últimos cinco años de vida; caminando por los verdes senderos de la academia, almorzando los martes con los 20, yendo al cineclub los jueves con los mismos, riendo de todos, con todos, debatiendo las cosas de la vida, los viernes en el sitio con nombre de banco, aquellas tardes de papas fritas, los atardeceres después de clase de 6, los postres de maracuyá, canciones en el carro, en la casa del uno, del otro. ¿Nostalgia? Qué bonito es lo bonito.

Lo mejor de todo es que, aunque pudiera, no duele. No es como esa nostalgia saudade que termina por doler ahí donde no está todo, ese maldito vacio, sino que le otorga un lugar especial en un lugar de la memoria, mientras el vacio se convierte en un espacio para guardar cosas nuevas. Entonces no es malo. Todo eso que ya sucedió, hacen que uno sea lo que es hoy. De esta manera me armo de paciencias adquiridas, a esos planes nuevos, ansiados que ya vienen. Las maletas están listas y la mente ya quiere dejar ir. Solo falta el final. Y el siguiente comienzo.