Condenados a ser absueltos



Comprendí que para que me entiendas ya no tengo que hablarte con palabras. Justo en medio de mi resignación aprendí a hablarte en ese lenguaje que alguien se inventó para nosotros, una especie de MIDI que encierra todo lo que hay en medio, que no percibimos, solo el hecho de verte a los ojos, sonreír y olvidarme de todo alrededor. Lenguaje del que hacen parte la música, el viento en mi cara, esas miradas cómplices y nuestras sonrisas compartidas. Y en tus ojos se crea un espectáculo de colores y notas musicales que vuelan por el aire y solo veo yo, mientras los míos hacen fiesta con fuegos artificiales. Yo soy el espectador, desde este lado del acantilado y tú del otro. Y así soy feliz. Mientras seas mi cómplice desde donde Platón guarda a todos nuestros amores inalcanzables, yo seré feliz. Entonces las palabras las conservo yo. Estos versos son míos y los escribo mientras uso la sonrisa que tú me regalaste.

You're my sun and you're gonna shine


Algo tiene que salir mal. A veces las frustraciones pesan y las tristezas se derriten desde tus ojos bajando a tus mejillas. Sabes que no durará mucho, así que te resignas a condenarte un rato, desahogarte, asumirlo y seguir adelante. Pero mientras tanto duele...

De pronto salí esa noche. La sonrisa del Gato De Cheshire me saluda en forma de luna y yo le devuelvo la sonrisa fingida que quiere ser real. Prendo el iPod y como una corriente de aire chocolatoso con sabor a usted me choca los oídos mientras camino por entre las colinas con sabor a usted. Todo sabe a usted. Todo huele a usted. Todo se siente como usted. Todo es tan sinestésicamente usted.

Y es cierto que uno puede perderse en una sonrisa y no volver jamás. Yo lo comprobé. Y no quiero volver. Jamás. Me quedaré en su sonrisa, me pasearé por su mirada, visitaré su voz. Soy habitante de su presencia. Y el aire chocolatoso se vuelve huracán chocolatoso, y de pronto todo mejora. Mis sentidos se expanden con esa sinestesia que no he sentido con nadie más y le pido perdón a su recuerdo por haberlo mezclado con todas las frustraciones. Y a usted gracias por voltearme el mundo con solo verme, tan consciente de tal irreverencia, tan inconsciente de su efecto. Irradia en mí más que la sonrisa del Gato de Cheshire en forma de luna. Cause you're my sun.

Y cuando la batalla de mis frustraciones es ganada por todo lo que implica usted, por toda esa sinestesia que me produce me doy cuenta que se puede sobrevivir. No solo de lo que me pone triste, sino de lo que no me da, de lo que quiero y no me da. A punta de no mucho. A punta de imaginar, de sentarse con tu silueta inventada, de mostrarle las estrellas, de escuchar música los dos, de contarte historias, de aprender de ti. De que brilles para mí. Igual eso es lo que pido, no mucho.

Sonriéndome Cheshire en la noche del 24 de Mayo de 2012

Fundamentos de las autoexplicaciones



Estar en el mundo audiovisual me ha enseñado a conocer mejor cómo funciona la vida. O bueno, no puedo decir algo certero de cómo en realidad pueda funcionar, pero al menos la carrera que me aventuré a estudiar, me ha dado elementos para ver la vida desde un punto de vista diferente porque creo que nadie sabe cómo funciona esta vaina.

Para realizar una pieza audiovisual, es necesario conocer cómo funciona el comportamiento humano. Este comportamiento es construido a través del tiempo de vida de cada persona y actúan factores tales como la herencia genética, el entorno social y cultural, los gustos personales y el estado psicológico (hablo de estado psicológico, no por el nivel de sensatez y cordura, sino por estados emocionales que generan respuestas mentales distintas dependiendo de la situación, como por ejemplo los miedos o traumas). La parte psicológica en una pieza audiovisual es una importante raíz, ya que de lo que quiera decir el realizador y lo que el público perciba, es importante para medir el éxito del producto final. La función de artes como el cine, la música, la pintura y la fotografía es, además de entretener, educar y crear los gustos y personalidades de un público, por lo tanto es una misión de cada realizador poder entender a su público, para comunicar sus ideas de forma creativa y con responsabilidad social y que la retroalimentación sea favorable.

Y es de esta manera que un realizador audiovisual empieza a comprender la vida o lo más importante de todo, se empieza a entender a sí mismo. Personalmente, empiezo a entender cómo funcionan algunas cosas de mi personalidad que, de no haber tenido las bases que tengo, probablemente nunca habría comprendido. Por supuesto, en el camino del autoconocimiento me falta explorar muchos lados, y otros que me gustaría cambiar pero para eso tengo toda una vida. No me afano. La vida es una colección de aprendizajes a punta de ensayo-error.

En ese recorrido de aprender sobre ciertos aspectos de mi vida, vino a mí la necesidad de fundamentar lo que siento por él. Es decir, más allá de la poesía, de la literatura, estudiar la psicología humana para proyectarla en el desarrollo de piezas audiovisuales me hizo plantearme porqué siento lo que siento, qué fundamentos tengo, incluso qué es lo que siento.


Empecé haciendo una lista de cosas que me gustan de esa persona, tal como en la película '10 Things I hate about you' y fue útil, pero sin embargo no me pareció suficiente. Y entonces llegó a mí, el concepto de las sensaciones.

Las sensaciones son las recepciones de estímulos externos mediante cualquiera de los cinco sentidos, cuya posterior respuesta se puede generar de forma psicológica (como la tristeza) física (como un dolor de cabeza producido por un hecho molesto) o pueden desarrollarse de ambas formas en simultaneidad (como un ataque de pánico). En este caso, él es mi situación externa y de ahí vienen todas esas sensaciones dependiendo cómo lo perciba; Si lo veo reacciono de una forma, si lo escucho de otra, si lo abrazo de otra, si lo huelo de otra, y si lo pruebo... bueno, no sé, hasta allá no he llegado.

Y es ahí cuando entiendo que lo que más me gusta de él esa explosión de cosas que me hace sentir. Hablar de 'sentir' puede hacer referencia a sentimiento o a sensación. Y a veces solemos confundir esas dos cosas, muy diferentes. Los sentimientos, en este caso, claro, son polarizaciones que hace nuestra mente de hechos, mejor dicho, los sentimientos son un conjunto de emociones vividas con frecuencia. Por eso las sensaciones (que como ya dijimos, viene de estímulos externos) vienen primero que los sentimientos.

Todos tenemos una percepción sensorial diferente de cada persona independientemente de  la relación que tengamos con ellas. Más bien, tiene que ver más con las emociones, por ejemplo, si abrazas a alguien a quien quieres mucho pero estás molesto por alguna razón con esa persona, será un abrazo muy distinto a si lo abrazas y te sientes orgulloso.

Dicho esto y reiterando mi caso personal, lo que más me gusta de él es esa explosión de cosas que me hace sentir (hablando de sensación). Con solo percibirlo con un sentido puedo sentirlo con los demás igual. Es más, con tan solo recordarlo puedo sentir una textura, un olor, un conjunto de sonidos, una imagen suya muy particular* e incluso, puedo recordar un sabor. Es decir, él produce una sinestesia en mí que hasta ahora nadie más me ha hecho sentir. Al ser esto un conjunto de sensaciones externas explosivas y agradables y además percibidas por todos los sentidos, estar con él es así de explosivo y así de agradable. Pero a la vez, es algo muy extraño para mí. Como la sinestesia que he desarrollado con él no la he desarrollado con nadie más, aún no controlo los nervios que me produce esto y bueno, sumado a lo torpe y estúpida que soy cuando lo tengo cerca.

Además de la sinestesia, podría seguir fundamentando mi atracción hacia él con cosas que van más allá de la psicología, como las situaciones metafísicas de la que ya he hablado en este blog, pero por ahora este es un discurso que dejaré así. Como conclusión a esta maraña de ideas puedo decir que gracias a mi carrera aprendí que es importante conocer al público a quien queremos transmitir ideas, pero es más importante conocerse a sí mismo para saber qué vamos a decir.

*Dicen que cuando intentas recordar a alguien es muy difícil traer a la mente su rostro con exactitud. La mente guarda una serie de bocetos que hacen que no olvidemos el rostro de las personas que conocemos y que al recordarlas nuestra mente tenga una imagen un tanto borrosa de sus caras. Con él me ocurre que he memorizado cada parte de su rostro tan perfectamente que con tan solo cerrar los ojos puedo prácticamente verlo. 

Ahí estábamos



Y ahí estábamos, ofreciéndonos la pura razón de nuestros procederes dilatados, sin más nada. Las miradas se cruzaron, no como lo hacían antes, esta vez fue de forma efímera, temerosas de que algo explote, no como solía hacerlo en un carnaval de colores en el aire y de mariposas danzantes; sino una explosión de algo que ya no me pertenece. Ni esa mirada coqueta ni esa sonrisa secreta. El camino de encuentro no era el mismo. Pero no faltaron los instantes en que el mundo era ese lugar hecho para dos, donde todo lo demás sobra. Instantes que tardaron microsegundos en desaparecer.

No recuerdo lo que sentí porque me estorbaba todo. No pretendo odiar ese momento donde no sabía lo que él sentía tampoco, donde el mundo se puso de acuerdo para que todo se hiciera distante. Era como si estuviera en una orilla de un río profundo y todo lo demás, incluso él, estuvieran al otro lado. Y yo sin saber nadar...

Pero no lo pretendo odiar. Ni quiero recordarlo, ni saber qué pasó. Ese lapso de tiempo muerto, en donde había más silencio que música habrá de ser olvidado, como todos esos amores que no merecen morir, pero igual dan la vida en una guerra sin tregua ni fundamento.

Pero ahí estábamos, como si no hubiese otro lugar dónde estar. Él olvidándose del mundo. Yo porque el mundo me olvidó primero.