Condenados a ser absueltos



Comprendí que para que me entiendas ya no tengo que hablarte con palabras. Justo en medio de mi resignación aprendí a hablarte en ese lenguaje que alguien se inventó para nosotros, una especie de MIDI que encierra todo lo que hay en medio, que no percibimos, solo el hecho de verte a los ojos, sonreír y olvidarme de todo alrededor. Lenguaje del que hacen parte la música, el viento en mi cara, esas miradas cómplices y nuestras sonrisas compartidas. Y en tus ojos se crea un espectáculo de colores y notas musicales que vuelan por el aire y solo veo yo, mientras los míos hacen fiesta con fuegos artificiales. Yo soy el espectador, desde este lado del acantilado y tú del otro. Y así soy feliz. Mientras seas mi cómplice desde donde Platón guarda a todos nuestros amores inalcanzables, yo seré feliz. Entonces las palabras las conservo yo. Estos versos son míos y los escribo mientras uso la sonrisa que tú me regalaste.

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