Ahí estábamos



Y ahí estábamos, ofreciéndonos la pura razón de nuestros procederes dilatados, sin más nada. Las miradas se cruzaron, no como lo hacían antes, esta vez fue de forma efímera, temerosas de que algo explote, no como solía hacerlo en un carnaval de colores en el aire y de mariposas danzantes; sino una explosión de algo que ya no me pertenece. Ni esa mirada coqueta ni esa sonrisa secreta. El camino de encuentro no era el mismo. Pero no faltaron los instantes en que el mundo era ese lugar hecho para dos, donde todo lo demás sobra. Instantes que tardaron microsegundos en desaparecer.

No recuerdo lo que sentí porque me estorbaba todo. No pretendo odiar ese momento donde no sabía lo que él sentía tampoco, donde el mundo se puso de acuerdo para que todo se hiciera distante. Era como si estuviera en una orilla de un río profundo y todo lo demás, incluso él, estuvieran al otro lado. Y yo sin saber nadar...

Pero no lo pretendo odiar. Ni quiero recordarlo, ni saber qué pasó. Ese lapso de tiempo muerto, en donde había más silencio que música habrá de ser olvidado, como todos esos amores que no merecen morir, pero igual dan la vida en una guerra sin tregua ni fundamento.

Pero ahí estábamos, como si no hubiese otro lugar dónde estar. Él olvidándose del mundo. Yo porque el mundo me olvidó primero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario