Rehabilitarse



Insomnio. Veo claramente cada pensamiento que pasa; cada uno con su dosis de dolor, dudas, temores. Los últimos ocho años -o a lo mejor toda mi vida- he luchado contra mi cabeza como si la existencia escogiese remar en la dirección equivocada y yo sufro esas consecuencias. Funciono en dos mitades que no se comprenden, torpes las dos, emocionales, indecisas, injustas la una con la otra. Y lo peor, en una constante guerra con el mundo cada una. Al final del día las dos mitades se traicionan. Lo que pienso y lo que hago se ven a sí mismas en escenarios creados por una mente perturbada en donde estoy yo y en frente algo que parece un espejo. Pero no es más que la otra mitad de mi misma que me observa con odio y no me permite dormir.

Nada ha mejorado del todo a pesar que he hablado de ello con otras personas, que he escrito sobre ello en este mismo blog, en papel o lo que se atraviese, a pesar de los médicos de distintas nacionalidades y especialidades que al final creen que la ecuación es x+y=z, con su mismo discurso y mismos tratamientos. A pesar del exilio que me creó más exilios, a pesar del piano y el cine. Lo único que ha hecho esto es que sea más consciente de mí misma, inahibilitándome voluntariamente a una existencia completa como aceptando que no puedo y es que ahora ni lo intento, recorro lo que me corresponde, hablo lo necesario, reprimo hasta donde puedo y así he aprendido a olvidar, incluso lo que no debo.

Ahora, al menos le puedo dar un nombre. Es necesario bautizarles como para encariñarse con los propios trastornos o al menos poder combatirlos para que no se vayan instalando en la comodidad del subconsciente. Y con ello me di cuenta que podía estar en el lugar correcto justo aquel día, en el que menos lo pensaba. Es algo. Es un trastorno. Tiene matices. Bases científicas. Hay esperanza. Me cambiaron la ecuación, el discurso y el tratamiento.

Hay una parte de mí misma que sabe que soy mi propia victimaria en búsqueda de caídas frecuentes, de inyecciones inesperadas de cortisol, que si el mundo no entiende es porque así ha de ser, que los golpes son merecidos. Ignoro lo que ocurre en mi cuerpo porque si me estreso es porque quiero, al igual que sentirme ansiosa en cuestiones sociales o en todas las cuestiones, no dormir en las noches; y me he hecho la idea que ser débil de mente es tener falta de fortaleza voluntaria, como si fuese verdad. Le di al mundo la razón y me ahogué en una colada de neurotransmisores equivocados, círculo vicioso de negatividad que empeoraba todo, Trastorno de Ansiedad Generalizada causada por el exceso de cortisol que se produce en mi cuerpo. Obsesión, compulsión, obsesión, compulsión, obsesión, compulsión. Ansiedad.

No tengo otra opción que creer esta vez. Quisiera pensar que he de funcionar. He encontrado a mis dos mitades, esta noche de insomnio, tratando de ser una, gracias al proceso de rehabilitación. Intentándolo. Y para que todo funcione primero tengo que hacer algo bueno, perdonar. Al mundo y a mí misma. Yo siento que no existen rencores, ni rabias, pero existen los traumas y los miedos, huellas imborrables de ese entorno que algún día existió y de lo que existe. Ese dolor que vive en mi espalda que me llega hasta los huesos y no me deja dormir y me lanza pensamientos, y uno que otro beso de buenas noches.




“Si de vez en cuando encontramos páginas que explotan, páginas que hieren y estigmatizan, que arrancan gemidos y lágrimas y maldiciones, sabed que proceden de un hombre arrinconado, un hombre al que las únicas defensas que le quedan son sus palabras y sus palabras son siempre más resistentes que el peso yacente y aplastante del mundo, más resistentes que todos los potros y ruedas de tormento que los cobardes inventan para machacar el milagro de la personalidad."

- Trópico de cáncer, Henry Miller

Imagen tomada de aquí1 y aquí2.