Ilusas


Las mujeres, siempre contradictorias, somos especialistas en rajar y/o idealizar a los hombres cuando no estamos con ellos. Nos quejamos o repetimos la historia mil veces ante los oídos atormentados de nuestros amigos. Tratamos de mudarnos a un mundo con máquinas de tiempo para retroceder la cinta, y volver a ese pequeño instante de felicidad compartido o por el contrario, nos duele que por alguna razón, el desgraciado no nos voltee ni a ver. Es un hecho comprobado por las miles de veces en que nos prometemos superarlo, que mientras nuestro mini holocausto personal transcurre, él está concentrado y feliz en su doceava hora jugando Call Of Duty. Así haya sido una relación larga o un par de besitos un fin de semana, la verdad es obvia. Muy en el fondo la persona de la que rajamos somos nosotras mismas, y nos culpamos por una simple razón: elegimos hombres que no son para nosotras.

Y es que, somos expertas buscando al más imbécil, al más güevón (sic) o al más gay de la galaxia para enamorarnos justo de ese. Es como ir al supermercado y escoger la fruta más dañada porque ese sabor fermentado le da su toque especial. Todas caemos, como las bobas que somos. Y lo peor de todo es que la historia se repite más de una vez y tenemos el descaro de quejarnos una y otra vez cuando es totalmente nuestra culpa. Pero es nuestra culpa por ilusas. Ilusas porque siempre creemos que vamos a cambiar a ese ser de luz para hacerlo a nuestra medida. Maldita costumbre de intentar cambiar a alguien para poder quererlo bien. Igual ahí seguimos, rajando o idealizando pero con la llama de la esperanza encendida.

Ya de por sí, la lucha por una persona trae consigo stress, sufrimiento, distracción, una inversión gigante de tiempo, agotamiento mental y una montaña de frustración; y no porque nos estemos perdiendo del príncipe encantado, sino porque es un esfuerzo unilateral; si la energía invertida no es mutua, la frustración es aún mayor. Y es que uno siempre quiere que lo quieran como uno quiere. Pero muchas veces no ocurre. Y de cierta tóxica y extraña manera empezamos a autoengañarnos, a crear teorías conspirativas mentales. Ilusas, muy ilusas somos.

A veces logramos llamar su atención. Es increíble lo creíble que pueden llegar a ser demostrándonos que les importamos y no sé porqué lo hacen cuando a veces nosotras les valemos nada. O sí, solo les importamos para enormecer su ego, y nosotras incautas y secuestradas por la falsa atención le dedicamos tiempo a este fin, mientras ellos de cierta forma nos "compensan" con un poco de atención.

Eso se llama recibir migajas a cambio de amor terco. Ya no digo ciego porque estoy segura que más de una sabe que un presente o futuro con Nosequiencito es imposible, y que si se hace realidad por obra y gracia de la manipulación o la obstinación, no sería más que un infierno del que en algún momento saldríamos peor parados que de la batalla que libramos ahora sin saberlo.

Sin embargo, aunque creo en total unanimidad conmigo misma y con todos mis yo que tenemos que hacernos cargo de nuestros errores y no pasarnos más del periodo estipulado en “El tiempo que merece un pendejo en ser olvidado”, hay chicos expertos en ponerte cabe y hacerte caer, además de toda una gama de pendejos, que juegan con la mayor conchudez con una o con otra y, ¿por qué negarlo?, también hay hombres morrongos, esos que no rompen un plato pero quiebran toda la vajilla. He conocido un par y debo decir que quedé curada de por vida.

Ni en la casa, ni en el colegio, ni el la universidad, ni en ninguna parte nos han enseñado a escoger a los tipos correctos. Es más, tenemos a esas malas influencias llamadas Hollywood y Disney, diciéndonos que vamos a encontrar al indicado, que será fácil darse cuenta quién será, que si tiene algo malo cambiará por nosotras y que tendremos un final muy feliz cantando con los animales del bosque. Y es que, en mi condición de mujer, puedo decir que la culpa es de eso. En mi caso le agrego a Cortázar, Shakespeare y Neruda por ser incondicionales compañeros de mis más ilusos pensamientos. Pero bueno, mientras llega el indicado será... será disfrutar de las comedias románticas. Los equivocados tampoco me interesan, esta vez.

Comedia drama-ntica.



Y no sé por donde empezar. Pero quiero escribir sobre esto porque hoy noté algo en mí muy distinto. A ver... los martes solemos almorzar con mis amigos del semestre en el lugar más recóndito de la universidad. Este semestre no tenemos mucho tiempo de vernos todos, así que el día se vuelve muy especial cuando en nuestra mayoría podemos vernos. Almorzamos, compartimos palabras, sonrisas y canciones. Hoy no parecía muy distinto, salvo porque salimos más temprano de lo usual.

Justo antes de eso, digamos, un par de horas, hablando de todo como siempre, surgió el tema de nuestros amigos, unas tres parejitas, que han estado juntos como novios por mucho tiempo. Bueno, mucho tiempo en realidad son más de seis meses, que para mí es bastante tiempo. Y lo digo porque, relacionándolo con mi propia vida en la que en ese sentido todo termina siendo tan efímero, siento que lo de los demás es mucho más duradero y claro, lo es. Y también desde el punto de vista temporal, no puedo creer que haya pasado tanto. Llevan seis meses o más y recuerdo justo cuando ninguno de ellos era nada, recuerdo cuando empezaron a salir, y véanlos ahora siendo todo para los otros, compartiendo tanta vida. Y pasa que uno lo compara con su propia vida ¿Qué ha pasado con mi vida desde hace seis meses? No mucho... no mucho, nada. Y en realidad siempre que hago esta clase de comparaciones tiendo a ignorarlas. Bromeo al respecto y sigo con mi vida.

Volviendo a la hora del almuerzo, esta vez me senté al lado de uno de éstos amigos. Me mencionaba que ya casi cumple un año con su novia, quien también es amiga de nosotros. Yo no lo podía creer. En un año pasan tantas cosas. Dejan de pasar otras. Pasa el tiempo. Es un año. Mientras hablábamos, él la vio a lo lejos sin premeditarlo, así, como si el destino les hubiese puesto una cita. Nunca había visto esos ojos brillar tanto. Se paró de la mesa y salió en su búsqueda. La abrazó como si no se hubiesen visto en mucho tiempo cuando, creería, se habrían visto más temprano ese día o tan siquiera el día anterior. Los vi a lo lejos y me alegró ver tanto amor mutuo. Es que se les notaba esa felicidad en los ojos que uno tiene solo cuando ve al que es que es solo para esa persona y para nadie más. Pero a la vez, confieso que me conmovió bastante la escena. Me sentí viendo una comedia romántica, cuando pasa algo lindo entre los protagonistas y todos lloramos (Con 'todos' me refiero a mí, claro). Y bueno, no me contuve. Se me inundaron los ojos mientras mis amigos me veían atónitos. Yo, sin poder disimular trataba de no decir mucho.

Ni yo podía explicarme qué ocurría conmigo. Me he recitado a mí misma por los últimos 10 meses que yo no necesito a nadie, que así estoy bien. Y mis amigos también lo tenían claro, por lo que, supongo que al igual que a mí, les sorprendió mi reacción. Creo que soy bastante orgullosa para decir que sí, que me sentí sola como hace mucho no me sentía. Justo lo he dicho en este rincón de mi vida, mi blog, que estoy bien, que no quiero escribir mucho al respecto porque en realidad no tengo mucho qué escribir al respecto. Que disfruto los momentos de compañía desinteresados con chicos que llegan y van. Pero hoy me di cuenta que hay más cosas reprimidas en mí de las que realmente puedo contar.

¿Saben qué? Me he estado haciendo un autopsicoanálisis y me confesaré. Me gusta refugiarme en mi actitud de chica perversa. No, no soy así. Lo hago para no sentirme como me sentí hoy, tan desprotegida. Uh, odio este maldito dilema interno. Puede que le tenga miedo a escoger a la gente incorrecta. Puede que mis decisiones pasadas me hagan sentir un trauma presente absurdo. O puede que en realidad nadie me quiera lo suficiente como para traspasar esa muralla que construí para que nadie me hiera, puede que ninguno de sea lo suficientemente valiente para ello. O puede que esté mejor así ¿No? Ando muy ocupada como para prestarle atención a esas cosas. También puede que nadie me merezca. Si algo tengo claro ahora, es que me quiero mucho y que tampoco voy a andar con cualquier idiota. Como ya lo dije, ninguno me ha demostrado que me merezca. Así que, try harder darling, I'm too rock n' roll for you.

Ah, ¿Qué más puedo decir? No sé qué pensar al respecto. No me va a tomar mucho tiempo reconstruir mi escudo, hacerlo más fuerte y seguir con mi vida y mi orgullo. Ese evento de hoy solo me hizo dar cuenta que me faltan muchas cosas en la vida, pero que en realidad no las necesito. Que es una prueba y que tengo que ser más fuerte que eso. Que tengo lo que necesito para ser feliz, que me alegra que mis amigos sean felices y que yo lo seré con ellos. Y que tengo que dejar de ver tantas comedias románticas.