La respuesta

Esta es la respuesta a una respuesta a una carta que escribí. Una respuesta que se quedó esperando respuesta. Pero no. Las respuestas no son eternas. Un punto final que no quería serlo. Sin embargo creo justo y necesario publicarlo. 


 

Cada vez que leo tus palabras, lagrimeo un poquito. Soy una fuente de sensibilidad que si diera energía podría alumbrar una ciudad mediana. Me encanta que te sorprendas conmigo todavía, incluso cuando la vida nos sorprendió a los dos. A mí me sorprende todo todavía. Me parece todo tan irreal a veces. Me asusta y me emociona.

Ay, ojalá pudiera erradicar justo ahora todo lo que te genera pensamientos negativos. Es que no tienes nada porqué temer. Y sé muy bien que yo tampoco. ¿Por qué tememos? Par de imbéciles.

Respecto a todo, no tengo porqué exigirte nada. ¿Quién diablos me creo? Ya he exigido mucho. Ya has cambiado un mundo por mí y eso no lo hiciste por nadie. Ni siquiera te pido que me quieras como yo, así, salvaje e impulsivamente. Desde todos los ángulos, completamente. Es que tan orgullosa soy que ni cariño mendigo a pesar de que me muera por ello. Y no me importa apostar tanto que puedo perder, porque la vaina de ser miope, es que hasta el alma se vuelve un poco miope y la gente así sufre de avaricia emocional que es la más jodida de las tragedias porque se quiere querer sin reserva sin importarle las pérdidas. Así que déjame quererte todo lo que te quiero y más. Y mejor.

Ah... quieres entenderme. ¿Quién me entiende? No sé hasta que punto puedas afrontar tal reto. Es que de pensarlo me dan ganas de volverme predecible y mostrarme poco profunda. Así somos las lunáticas, inentendibles. Pero se te agradece el esfuerzo. Síguete sorprendiendo y sígueme descubriendo. Es que tengo tanto por mostrarte.

Eso, sigámonos echando la culpa, tú tienes la culpa de generar tantas dudas en mi vida y yo de buscarle defectos a lo que no lo tiene. Aunque, por otro lado, me alegra tener la culpa de esta cantidad de atribuciones que me haces. Te advierto que puedo llegar a ser un mal deliciosamente perjudicial.

Yo también espero mejorarme y mejorar, de paso (especialmente mi sensibilidad crónica, que a veces se me hace más inmanejable que el mismísimo estrés, como justo ahora). Y espero que tengas tiempo y vengas a mis planes a hacer nada, porque de mi vida ya haces parte.

Te quiero completamente.

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