Si no te recuerdo, ¿Por qué no te olvido?




Si pudiera cuantificar el olvido, medir su progreso diario con una regla o una balanza. Habría que  inventar algo así como un ‘olvidómetro’, aunque la verdad no sería un solo instrumento, serían muchos más, que midieran tiempo, distancia, momentos, recuerdos y la ausencia de éstos…

Aún te recuerdo a veces. Pasan los días y aunque intente olvidarte, olvidar tu voz, tu sonrisa, no puedo dejarte atrás, como si una parte de ti se hubiese viajado conmigo, escondida, de pasajero ilegal entre esos recuerdos que decidí traer conmigo y ni las miles de horas ni los miles de kilómetros fueran impedimento para que florecieran aquí, tan lejos, tan sin ti. Trato de no traerte a mi mente, de no relacionarte con nada, con nadie, de evitar las coincidencias.

Pero aún me resulta inevitable. Te pienso como si el universo siguiera empeñándose en hacerme recordar. Como allá, pero con cosas de acá. Sigo viendo tu nombre por ahí, por entre los libros, por las calles. Y yo me rehúso a dejarme llevar por mis ilusiones inventadas, por esa indiferencia. ¿A ti qué te importa, verdad? Al menos no eres un alimento a algo que no puede ser. Al menos eso me hace sentir menos estúpida. Intento no recordarte pero una parte de mí intenta no olvidarte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario