Poema platónico

Ha de ser estúpido esto pero he de confesar que encuentro particular fascinación a que me dediquen palabras. A duras penas he logrado arrebatar pensamientos a un par de incautos embobados por este encanto, pero, nada descatable, publicable o siquiera recordable. Se les aprecia, eso sí. Pero ya qué, digamos que se puede soñar un poco más y así como lo idealizamos todo en la vida, yo también tengo un poema platónico. De escoger que alguien me compusiera un par de versos (que claro que no, porque eso no se escoge. Lo que hace deliciosamente maravillosa a la literatura); sería lo siguiente:
 

Sí, me doy el derecho de ensancharme en el ego. (Pero solo aquí porque es mi espacio.)

Es que es tan simple como diciente, y ve lo que no muchos. El lado femenino de una contraparte masculina. Y es por eso que lo hace especial, sabiendo que a ellos se les dificulta notar pequeños detalles y aún más, expresarlos. Además es exactamente lo que quisiera escuchar.

(Y tal vez, lo que quisiera ser) 

Esta de Sabines me gusta porque esboza libertad. Clarísima la tiene.

Es muy probable, como con todo lo platónico, que no merezca si quiera considerar que alguien se sienta así con respecto a mí. Por eso no me atrevo a exponer tales caprichos del ego por ahí, temiendo andar más errónea que lo usual. Eso explicaría un poco porqué a mí sí me encanta escribir a diestra y siniestra sobre la gente y sus detalles y sobre la vida y el sol y las estrellas.

Ya qué, nadie me quita lo soñado.

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