Y así decido dejarlo. Con la mano derecha, apoyada en la muñeca izquierda siento mi pulso, el aletargado ritmo de mi corazón. Algún día se iba a detener como algún día había empezado a palpitar. Desde hace unos años que solo late al compás suyo, de ese hombre que como un depredador desgarrando la piel de su presa, iba desgarrando mi juventud. Pero no lo pienso permitir. Hoy lo dejo y empiezo una nueva vida. No sé a dónde iré pero sé que será lejos de aquí, lejos de él y lejos de todos.

Lo amo, claro que lo amo. Lo amo tanto que con tal de que sea feliz soy capaz de dejarlo. He notado que cada vez me mira menos y se distrae cuando le hablo. Antes no era así. Podría amarlo toda la vida, podría seguir amándolo hasta ese día en que mi pulso deje de sentirse, pero él ya no quiere mi amor.

Es más, mi amor le estorba, yo le estorbo, por eso debo desaparecer. Yo soy capaz de alejarme, y con mucha voluntad dejar de pensar en él ¿Qué tan difícil es para el tiempo, el médico del alma, cerrar heridas, curar raspones y quitar dolores? Al cabo de un tiempo uno se acostumbra a todo, incluso a dejar de sentir.
Me voy yo porque él no es capaz de irse por sus propios medios. Es demasiado vanidoso y pensaría que al irse me destroza; no quiere ser un asesino. Tonto. Si fuera capaz, sería más fácil y yo no tendría que forzarme a hacer lo que no quiero: dejarlo. Dejarlo simplemente porque él no es capaz de dejarme, aunque sea lo que en el fondo más desea hacer. Ah, se sentirá aliviado de que haya sido yo la que tome la decisión, suprimirá de su conciencia todo amago de culpa, y se irá a buscar otra mujer con arrogancia, casi fingiéndose despechado, y en el fondo feliz.
Han sido siete años conmigo, siete años como una atadura, como un candado que no tiene llave. Pero la llave la tengo yo, la atadura la desataré yo. Esa costumbre de estar juntos, ya no es más que eso, un hábito de ver al otro, donde se perdió todo, incluso el amor. Estamos jóvenes, podemos conocer a otras personas. Ya me lo imagino, con mi reemplazo revolcándose entre las sábanas con una quinceañera, sintiéndose adolescente de nuevo, para dejarla a los días porque le pareció muy tonta para él. No le bastarán muchas palabras. Luego encontrará a otra, y a otra, y a otra. Pero yo sé que me extrañará. Pasará un tiempo y le hará falta mi sensatez y mi madurez. Las demás no le harán sentir lo que sintió conmigo.
Yo por mi parte no me pienso volver a enamorar. No pienso dejar que los latidos de este corazón vuelvan a tener sentido. Es más me voy a portar como un hombre. Tendré a muchos, me aprovecharé y los dejaré. En este corazón no entra un inquilino más. Se va él y no será de nadie más. Mejor para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario