A propósito de la discusión sobre la pureza de la lengua y de las ideas de un idioma con mayor evolución en su estructura formal y semántica y de los magistrales argumentos expuestos por Eco, me permitieron concluir la no existencia de un lenguaje perfecto, porque el lenguaje perfecto sólo existe en los libros de gramática y en las reglas lingüísticas y sintácticas de los manuales donde establecen y enseñan a escribir y a hablar en forma correcta.
Creo en el lenguaje como un instrumento de comunicación humano y la comunicación como proceso vivo, emocional, creativo y sin barreras; donde, parodiando Van Dick, importa más el mensaje, la idea transmitida y menos la estructura formal con la cual fue transmitido.
El lenguaje, visto de así, convierte la comunicación en una fuente de intercambio humano, de unión entre las comunidades, de acuerdos ideológicos, de comunión y convivencia humana. Por ello, de seguro, los comunicadores tendremos un papel fundamental en la convivencia y conciliación de los pueblos, en tanto logremos, con nuestros mensajes comunicativos, acercar en lo esencial, ayudar a llegar a acuerdos lo aparentemente irreconciliable; minimizar tensiones causados por mensajes contrarios o adversos a los intereses y necesidades de los grupos humanos.
Lo anterior, no tanto porque empleemos el lenguaje con la más virtuosa pureza y perfección de acurdo a los cánones preestablecidos por académicos de las diferentes lengua, sino en tanto, ese lenguaje trasmita mensajes con contenidos de paz y convivencia.
En el futuro la pureza del lenguaje tenderá a juzgarse más por su eficacia en trasmitir con claridad contenidos pragmáticos y menos por su estructura gramatical y lingüística.
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