Y es que, somos expertas buscando al más imbécil, al más güevón (sic) o al más gay de la galaxia para enamorarnos justo de ese. Es como ir al supermercado y escoger la fruta más dañada porque ese sabor fermentado le da su toque especial. Todas caemos, como las bobas que somos. Y lo peor de todo es que la historia se repite más de una vez y tenemos el descaro de quejarnos una y otra vez cuando es totalmente nuestra culpa. Pero es nuestra culpa por ilusas. Ilusas porque siempre creemos que vamos a cambiar a ese ser de luz para hacerlo a nuestra medida. Maldita costumbre de intentar cambiar a alguien para poder quererlo bien. Igual ahí seguimos, rajando o idealizando pero con la llama de la esperanza encendida.
A veces logramos llamar su atención. Es increíble lo creíble que pueden llegar a ser demostrándonos que les importamos y no sé porqué lo hacen cuando a veces nosotras les valemos nada. O sí, solo les importamos para enormecer su ego, y nosotras incautas y secuestradas por la falsa atención le dedicamos tiempo a este fin, mientras ellos de cierta forma nos "compensan" con un poco de atención.
Eso se llama recibir migajas a cambio de amor terco. Ya no digo ciego porque estoy segura que más de una sabe que un presente o futuro con Nosequiencito es imposible, y que si se hace realidad por obra y gracia de la manipulación o la obstinación, no sería más que un infierno del que en algún momento saldríamos peor parados que de la batalla que libramos ahora sin saberlo.
Sin embargo, aunque creo en total unanimidad conmigo misma y con todos mis yo que tenemos que hacernos cargo de nuestros errores y no pasarnos más del periodo estipulado en “El tiempo que merece un pendejo en ser olvidado”, hay chicos expertos en ponerte cabe y hacerte caer, además de toda una gama de pendejos, que juegan con la mayor conchudez con una o con otra y, ¿por qué negarlo?, también hay hombres morrongos, esos que no rompen un plato pero quiebran toda la vajilla. He conocido un par y debo decir que quedé curada de por vida.
Ni en la casa, ni en el colegio, ni el la universidad, ni en ninguna parte nos han enseñado a escoger a los tipos correctos. Es más, tenemos a esas malas influencias llamadas Hollywood y Disney, diciéndonos que vamos a encontrar al indicado, que será fácil darse cuenta quién será, que si tiene algo malo cambiará por nosotras y que tendremos un final muy feliz cantando con los animales del bosque. Y es que, en mi condición de mujer, puedo decir que la culpa es de eso. En mi caso le agrego a Cortázar, Shakespeare y Neruda por ser incondicionales compañeros de mis más ilusos pensamientos. Pero bueno, mientras llega el indicado será... será disfrutar de las comedias románticas. Los equivocados tampoco me interesan, esta vez.